viernes, 28 de enero de 2011

Editorial (24 de enero)

¿Llamadas a la democracia?

La semana pasada se despidió noticia de viernes con un conato de denuncia por la supuesta intromisión del poder ejecutivo en el legislativo.

Al margen de las dimensiones que esto puede significar en una democracia tan carcomida como la nuestra, la primera impresión y la primera sensación que llega, por lo menos a nuestra mente, es una reflexión. Cuánto puede nublar la mente la sensación de poder. ¿Acaso se creen exentos de todo trámite?

No digamos que transitan por la delgada línea que divide lo moral de lo legal, sino que se creen inmunes a cuanta consecuencia de transgredir este límite, les pueda acarrear.

Hacer llamados “inocentes”, promover personas para determinados puestos, inventar consultorías para favorecer amigos e intereses particulares, usar dinero público como si fuera propio, es más que una mala interpretación de lo que les facilita su puesto, es violar los límites de lo legal.

Que las personas que son llamadas a cuidar esos límites se presten a retrasar investigaciones y en el peor de los casos a frenarlas, supera el tope de la tolerancia de cualquier persona que se haga llamar ciudadano de este país.

Desgraciadamente son los mismos, el mismo círculo el que denuncia, el que investiga, el que juzga y el que absuelve. Lo peor es que la sombra de la corrupción y de la duda de una total imparcialidad se ciernen desde hace bastante tiempo sobre esos poderes.

Cómo hemos dejado llegar hasta esos extremos el deterioro de nuestras más preciadas instituciones democráticas, ¿todavía estaremos a tiempo de cambiar estas conductas de encubrimiento de los actos dudosos de los funcionarios públicos tanto en el campo legal como en el moral? Esa es la verdadera pregunta que surge ante tanta porquería que nos ha dejado la “el clientilismo y meritocracia” de la última administración.

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